jueves, 5 de mayo de 2011

Eva Perón, una peronista fanática de su pueblo

Por Alicia Kirchner




Amada y odiada. Ensalzada y apostrofada. Política o asistencialista. No hubo medias tintas para monografiar a Eva Perón. Ni en vida, ni después de muerta. Fue casi salvajemente dogmática en su entrega al pueblo. A los pobres. A los descamisados. A los trabajadores. Y apasionadamente ligada a Juan Domingo Perón. Cuando la oligarquía de entonces se dio cuenta de la reacción del pueblo en las calles, llorando a esa humilde mujer, que encandiló en el mundo, mancillaron su cuerpo y lo desterraron. La reacción intentó por todos los medios que su figura se convirtiera en mito. Soliviantaba a las grandes mayorías cuando afirmaba tener “en el corazón un sentimiento fundamental: Mi indignación contra la injusticia”.

De Evita se dijeron muchas cosas y se seguirán diciendo. Porque como quedó graficado, es “eterna en el alma de su pueblo”. Entre ellas, que hacía beneficencia con los dineros del Estado. Siempre que se distribuyó, las minorías oligárquicas repitieron el mismo discurso. El sacerdote Hernán Benítez, su confesor, recordaba que “no era beneficencia; le llevaba remedios a un enfermo, pero además lo besaba sin importarle las llagas. Yo, pastor de Cristo, daba un paso atrás para no contagiarme y ella me reprendía: No venimos a traer remedios, padre. Venimos a dar solidaridad, afecto al compañero que sufre”.

Benítez recuerda también que “un día íbamos en el auto a la residencia cuando ella advirtió que en la puerta de un Banco una anciana lloraba. Hizo detener el auto y cuando se enteró que no le habían pagado la jubilación por una cuestión burocrática, entró con ella al Banco –y yo detrás, porque iba sin custodia– y dijo bien fuerte, en el medio del salón: ¿Quién fue el hijo de puta que le dijo a esta señora que viniera otro día?”

Por eso el pueblo entendió a Evita. La hizo partícipe de su esencia y respondió con amor, todo el amor que ella puso en una empresa ideológica y política, para nada neutra. Hay que salirse de la sensiblería. Porque Evita fue política. Abrazó una causa política parida por el movimiento nacional y popular. Nació de sus entrañas e hizo honor a su linaje. Nunca defeccionó cuando de defender los derechos humanos se trataba. No era una pose, eran sus convicciones. No estaba junto a los que menos tienen por beneficencia. Eso lo hacían las señoras que aliviaban sus conciencias en los confesionarios.

Por eso la odiaron tanto. No admitieron jamás su rebeldía ante las injusticias sufridas por el pueblo hasta 1945. Y cuando pensaron que como era mujer podían doblegarla, ella respondió reivindicando su género. Y lo expresaba abiertamente al señalar que “porque vi que la mujer no era tenida en cuenta, ni en lo material ni en lo espiritual y porque advertí que a mujer era una reserva moral y espiritual, me puse al lado de todas las mujeres de mi país para bregar con ellas denodadamente, no solo por nuestra reivindicación sino también por la de nuestros hogares, de nuestros hijos y de nuestros esposos”.

Cuando nada pudo desmoronar su recuerdo en lo más cercano de las familias argentinas, al decir de Norberto Galasso, “el liberalismo conservador y la izquierda abstracta se habían concertado para aceptar a Evita, no ya como compañera del General y puente entre éste y los trabajadores, sino reduciéndola al asistencialismo y aún más, convirtiéndola en la izquierda que se oponía a la supuesta tendencia derechista y pro fascista de su esposo.” Y añade que “el evitismo, cuando va dirigido a denigrar a Perón, es la etapa superior del gorilismo”.

Ella misma señalaba que “yo no puedo concebir al Justicialismo sin Perón, y por eso he declarado tantas veces que yo soy peronista, no justicialista. Porque el justicialismo es la doctrina, en cambio el peronismo es Perón y la doctrina. ¡La realidad viva que nos hizo y que nos hace felices!”

Eva Perón se confesaba fanática, expresando que “daría mi vida por Perón y por el pueblo. Porque estoy segura que solamente dándola me ganaré el derecho de vivir con ellos por toda la eternidad. Así, fanáticas quiero que sean las mujeres de mi pueblo. Así, fanáticos quiero que sean los trabajadores y los descamisados”.

Hace poco, la presidenta, Cristina Fernández de Kirchner, declaró que Eva Perón era “Mujer del Bicentenario”. El edificio del Ministerio de Desarrollo Social, que conduzco, y también es sede del Ministerio de Salud, tendrá en el futuro emplazado dos imágenes en su espacio aéreo, de María Eva Duarte de Perón. Un homenaje instalado en el mismo lugar en que el 22 de agosto de 1951, se produjera el histórico renunciamiento, al reclamo de los trabajadores para que integrara la fórmula junto con Perón.

Seguir la lucha de Eva Perón tiene como única opción al pueblo, a las mayorías nacionales y populares. De este Gobierno también se ha dicho que hacemos beneficencia. Qué hacemos populismo. Han convertido a esa opción popular en algo oscuro. Será porque cuando los gobernantes no resignan sus principios ante las corporaciones, se tornan ingobernables y por tanto enemigos para los intereses que los sustentan. Nada puede ser más importante para un gobernante que entregar todo de sí para lograr la felicidad de su pueblo y la grandeza de la Nación.

4 de mayo de 2011

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